Concrete poem Imagina la igualdad

Amazon entregará completamente gratis 30 aplicaciones para teléfonos móviles Android

Según la noticia que se ha llegado a generar desde la misma tienda de Amazon, esta es una de las oportunidades que no deberías perder que en ningún momento, ya que ella se inició el viernes y terminará hoy sábado.

Son 31 aplicaciones las que podrías estar descargando en este mismo momento desde la tienda de Amazon, por las cuales no tendrás que pagar absolutamente ni un solo centavo, siendo todas y cada una de ellas compatibles para Android. Lo único que necesitas, es tener instalada la aplicación de la tienda en tu dispositivo móvil y aprovechar todo el tiempo para descargar aquellas que te interese.

Por qué descargar esas aplicaciones gratuitas desde Amazon

En primer lugar debemos mencionar, que todo el conjunto de las aplicaciones llegan a representar aproximadamente un valor de 100 dólares, siendo este el beneficio principal para tratar de aprovecharlas. Por otro lado, dentro del listado de estas aplicaciones para Android encontrarás a algunas de productividad, otras para escritorio remoto y por supuesto, juegos en gran cantidad. Si te estás preguntando la razón por la cual se ha realizado esta interesante promoción por parte de Amazon, debemos comentar que ello viene a ser una táctica de la tienda para captar la atención de sus usuarios, a los cuales no los desea tener lejos.

Amazon celebra 1.000 días en España con fuertes descuentos

El gigante del comercio electrónico Amazon cumplirá mañana 1.000 días de operativa en España y para celebrarlo dispondrá durante sólo 12 horas de una tienda especial con ofertas flash. Según explica la compañía, ese día los clientes encontrarán en la web una selección de productos de primeras marcas con descuentos de hasta el 45%.

Entre los artículos destacan algunos de los modelos más populares de smartphones de marcas como Sony, Huawei y Motorola, que contarán con descuentos de hasta el 30%. Los amantes de la tecnología también podrán comprar cámaras de Fujifilm y Canon y dispositivos Logitec, JBL y Sandisk con descuentos de entre el 15% y el 30%. Igualmente, habrá productos para el hogar como las aspiradoras Rowenta y Dyson con un descuento medio del 20%.

Amazon detalla que celebrará la apertura virtual de puertas de su tienda en España con bestsellers de las categorías de hogar, electrónica, informática, videojuegos, música y DVD. En música, por ejemplo, el descuento medio será del 40% en obras completas y packs.

Las ofertas, que se podrán consultar desde hoy, comenzarán a las 10.00 de la mañana de este martes y se irán sucediendo hasta las 21:59 horas del mismo día, de tal forma que habrá nuevos productos con descuento alrededor de cada hora. Cada promoción tendrá un número limitado de unidades y una duración máxima de 4 horas.

Amazon, que acaba de ampliar en un 20% la capacidad de sus instalaciones en la localidad madrileña de San Fernando de Henares y que ha empezado a vender ropa en España, cuenta actualmente con más de 43 millones de productos en su catálogo.

Amazon y Twitter se alían para facilitar las compras a través de la red social

A partir de ahora, los usuarios de Twitter podrán hacer su pedido a Amazon a golpe de tuit. Una ventaja que ya está disponible para los usuarios de Estados Unidos y Reino Unido.

Para aprovechar esta ventaja, los clientes únicamente tienen que vincular su cuenta de Amazon con la de Twitter. Desde ese momento, cada vez que vean un tuit de un producto disponible en Amazon, solo tendrán que responder, añadiendo el hashtag #AmazonCart, o #AmazonBasket, si se trata de Reino Unido.

De esta forma, automáticamente el producto se añadirá a su cesta de la compra en Amazon, donde deberán acudir para finalmente formalizar su pedido. A modo de confirmación de dicho proceso, los usuarios de Twitter recibirán un mensaje de parte de @MyAmazon, para informarles de que, efectivamente, el producto ha sido incluido en su carrito de la compra de Amazon.

Con esta iniciativa, Amazon da un paso más en cuanto a flexibilidad y usabilidad para el cliente, aprovechando las ventajas de la tecnología móvil. Desde ahora, los clientes realizarán sus pedidos de forma fácil y sencilla, incluyendo esta actividad dentro del resto de tareas cotidianas.

Una ventaja que se suma a otras ventajas de las que ya disfrutan los clientes de Amazon. Así, en febrero la empresa presentaba la nueva característica para su app móvil que es capaz de reconocer productos únicamente por su forma, color, o texto del packaging sin necesidad de escanearlos. Así de sencillo, el cliente enfoca con la cámara de su móvil el producto, y en menos de 5 segundos la aplicación lo reconoce y añade a la cesta de la compra. Incluso es capaz de reconocer varios productos a la vez, agilizando con ello el proceso de compra.

Sin duda, se trata de un gran impulso para el comercio electrónico, que este año está previsto que aumente un 16% solo en Estados Unidos, alcanzando un volumen superior a los 304 mil millones de dólares.

Conviene matizar que esta acción de contestar a los mensajes con los hashtags creados a tal efecto por Amazon es totalmente pública. Así lo advierte el gigante del comercio electrónico. Lo cual podría plantear problemas en cuanto a la protección de la privacidad de los usuarios. No en vano, la información sobre qué compra cada usuario estará al alcance de cualquiera.

Un campo de trabajo llamado Amazon

Un periodista francés pasó tres meses como temporero en un almacén de la firma y cuenta sus terribles condiciones laborales

En la empresa que representa la modernidad y parece reunir en sí misma todos los aspectos positivos de la globalización, hay trabajadores que permanecen de pie siete horas haciendo paquetes. Otros, durante una jornada similar, caminan más de 20 kilómetros recogiendo objetos de gigantescas estanterías para llevárselos a los empaquetadores. Unos y otros tienen prohibido contar a nadie cómo es su trabajo y en qué condiciones se realiza, y están permanentemente a disposición de su empresa. Todo ello, por un salario bruto de 9,725 euros a la hora. La firma es Amazon y en 2012 facturó 61.000 millones de dólares.

Siguiendo el ejemplo de Günter Wallraff, el periodista alemán que lo mismo bajaba a las minas que se hacía ingresar en una clínica psiquiátrica, siempre con identidad falsa para luego contar lo que allí veía, Jean-Baptiste Malet ha estado trabajando tres meses en un almacén de Amazon en Francia. Ahora lo relata en un libro, 'En los dominios de Amazon. Relato de un infiltrado' (Trama Editorial) que acaba de salir a la luz. El documento tiene un valor mayor si se considera que los servicios centrales de prensa de la empresa, en EE UU, prohíben a los periodistas entrar en los almacenes, verdadero centro neurálgico de una firma que no es más que una comercializadora. En Amazon trabajan 80.000 personas con contrato fijo, más los temporeros, muy numerosos en las grandes campañas, sobre todo la de Navidad.

Malet, de 26 años, tuvo que someterse a las pruebas de selección realizadas por una firma del sector. Allí repiten a los candidatos, una y otra vez, que deben estar «muy motivados», invitando a que abandonen el proceso a quienes no cumplan esa condición. Para explicar a los aspirantes el 'espíritu Amazon', les muestran un vídeo en el que se ve a trabajadores que realizan sus tareas con una perenne sonrisa. Parecen felices.

Exhaustos

Lo que el periodista francés vio era muy diferente. Su relato habla de trabajo extenuante hasta el extremo de que, a su edad y con una buena preparación física, era incapaz de dormir al regresar a casa y llegó a perder el apetito. Vigilancia 'orwelliana' de cada empleado, controlado mediante un sistema que permite a los supervisores saber dónde están en cada momento y cuánta tarea han realizado. Los temporeros, como el resto, se tutean y tutean a sus jefes, pero no porque se busquen unas relaciones igualitarias, sino porque han descubierto que eso mejora la productividad. La delación –sobre pequeños hurtos, o de quienes critican a la empresa o a los jefes– se premia. No se puede comer durante el horario de trabajo. No se puede llegar tarde, ni aunque sea unos minutos. Cualquier baja debe estar justificada documentalmente: por el médico, si es por enfermedad, o mediante una factura de un taller, si, por ejemplo, el trabajador ha sufrido una avería en su coche.

La jornada tiene reglamentados dos cortes de veinte minutos, pero uno no cuenta como tiempo trabajado. De todas formas, la sala de descanso está muy lejos y el paso por los detectores es preceptivo, de forma que los agotados trabajadores –los músculos de las piernas duros como piedras, la espalda dolorida– solo disponen de cuatro o cinco minutos para sentarse.

En invierno, la temperatura del almacén no llega a 15º, y los empleados están ateridos. Muchos no se adaptan nunca a los horarios –los turnos cubren toda la jornada–, y se marean por no haber comido lo suficiente antes de empezar la tarea. No lo hacen porque están tan exhaustos que tienen el estómago cerrado. La enfermería solo abre de ocho de la mañana a cinco de la tarde, así que los que cubren el horario de noche no conocen ni la cara de quienes la atienden.

Eso sí, hay premios. Pequeñas chucherías –chocolatinas, una comida en Navidad, solo excepcionalmente y para unos pocos, algún televisor– que se publicitan de tal forma que parecen viajes al Caribe. A cambio, los empleados tienen que escuchar cada día las arengas encaminadas a mejorar la eficacia y batir los récords de productividad. Para lograrlo, pueden ser obligados a trabajar un sexto día por semana.

Todo cuanto pasa de puertas adentro está protegido por un manto de invisibilidad. Las normas de la empresa prohíben «divulgar a cualquiera la información relacionada con la actividad, los reglamentos, la dirección y el personal». En aplicación de esa normativa, nadie puede decir siquiera a sus amigos que trabaja en Amazon. Los directivos de los almacenes locales también tienen vetado contestar a las preguntas de un periodista «por muy inocentes o insignificantes que parezcan». Malet habló con algunos trabajadores afiliados a la CGT, el sindicato más poderoso de Francia. Un día les confesó que es periodista y les pidió una cita para que le contaran los detalles que no había podido conocer en tres meses. Todavía está esperando que se presenten a la misma. Temen perder su empleo.

En los dominios de Jeff Bezos: toda la verdad sobre Amazon

El éxito de las más grandes compañías de nuestro tiempo, que suelen pertenecer al sector tecnológico, suele explicarse por su capacidad de innovación, por su elevada inventiva, por arriesgar cuando otros se quedaron parados. De Bill Gates a Mark Zuckerberg pasando por Jeff Bezos, los líderes de estas firmas son retratados como personas especiales que fueron capaces de llevar una compañía de la nada al cielo empresarial gracias al poder de la innovación disruptiva.

Pero ¿es así? ¿Los grandes campeones lo son por utilizar métodos del siglo XXI o por haber reactualizado los del XIX? Porque muchas de estas compañías han logrado establecer excepciones que las hacen funcionar con las mismas ventajas que gozaban las grandes firmas de hace un siglo.

Así, la excusa de desenvolverse en un contexto novedoso en el que las amenazas son múltiples (“cualquier chico puede inventar algo que acabará con nuestra empresa”), ha terminado por justificar la enorme concentración del sector y los regímenes de monopolio, o de oligopolio en el mejor de los casos, son habituales en el mundo de las nuevas empresas. La normativa sobre competencia, que se ha aplicado con rigidez en ocasiones recientes, por ejemplo a la hora de abrir los mercados en el caso de empresas estatales que iban a dejar de serlo, se han infrautilizado en estos casos.

Es también habitual encontrar a las empresas tecnológicas entre las que deciden no pagar impuestos en los lugares en los que operan. Así, Google, una firma cuyo volumen de negocio es de los más importantes dentro del sector, sólo ha pagado en España 33.000 euros gracias a un agujero legal que permite trasladar sus beneficios a Irlanda, donde el tipo efectivo del Impuesto de Sociedades es mucho más reducido, y transferirlo de nuevo hacia el paraíso fiscal de Bermudas. Y lo mismo ha ocurrido en otros países europeos, como el Reino Unido, donde se han puesto en marcha campañas para que firmas como Amazon o Google paguen las cantidades que les corresponden.

Y, por último, no es extraño encontrar a firmas tecnológicas entre las que vulneran la ley y ganan dinero con ello. Según The Guardian, la NSA pagó millones de dólares a Yahoo, Google, Microsoft y Facebook por gastos vinculados al espionaje de sus propios usuarios.

¿Innovación o regresión?

Estas empresas sin competencia, que pueden evadir impuestos y que cobran dinero de los estados por realizar prácticas dudosas, se parecen mucho más a las grandes firmas de finales del XIX que a las del XXI. Las empresas de la innovación lo son también de la excepción, y aprovechan argumentos, discursos y agujeros legales que les permiten funcionar con condiciones distintas a las del resto. Cuando la ley no funciona igual para todos, siempre hay jugadores que salen beneficiados.

Eso es lo que sostiene Jean-Baptiste Malet, un periodista francés que se infiltró durante varios meses en Amazon y contó la experiencia en un polémico libro que ve hoy la luz en nuestro país. En los dominios de Amazon (Trama Editorial) generó gran debate en su edición francesa, ya que no sólo planteaba las ventajas competitivas con que la empresa americana contaba respecto de las librerías francesas, sino que hablaba de un sistema de gestión de personal ligado con procesos que parecían haberse perdido en la noche de los tiempos. Las prácticas típicas del taylorismo se han visto incrementadas con la utilización de nuevos medios que permiten seguir la productividad de los empleados al segundo y, por lo tanto, controlar sus ritmos, pausas e intensidades.

El mundo en el almacén logístico de Amazon, cuya extensión es semejante a la de cinco campos de fútbol, se divide en pickers y packers, los que cogen los productos de las estanterías y los que hacen los paquetes. Los primeros tienen jornadas laborales en las que recorren cada noche (el turno en el que fue contratado Malet) más de 20 kilómetros diarios. Los segundos empaquetan, por lo que pasan muchas horas de pie, realizando tareas repetitivas con ritmos de trabajo completamente pautados. El asunto central de ese panóptico llevado al extremo no es sólo una cuestión de medición y vigilancia continua, sino la utilización de esos mecanismos para forzar al trabajador. No se trata de optimizar los resultados y de conseguir que la tarea sea más eficiente, sino de llevar al empleado a sus límites. Así, se les obliga a realizar un número de tareas determinado que deberá siempre ir a más. “Exigen que la productividad vaya en constante aumento”, asegura Malet, lo cual no es legal, pero tampoco posible. Sin embargo, eso no es ningún problema para la firma, escribe en En los dominios de Amazon ya que “los pickers son mujeres y hombres que cuestan menos y son más eficaces que los robots. Con ellos no hace falta ningún cuidado técnico porque en su mayoría son temporeros. La dirección de Amazon puede reemplazarlos fácilmente cuando están agotados o no cumplen su tarea, yendo simplemente a buscar otros en el inmenso ejército de reserva que constituyen los desempleados”.

No habrá paz para los pickers

Hay un montón de detalles que señalan hasta qué punto el ahorro de tiempo lleva a situaciones extenuantes: para aumentar la productividad, no permiten que los trabajadores hablen entre ellos durante el tiempo de trabajo, las tareas han de realizarse lo más rápido posible y cada vez que hay un descanso, han de regresar a su puesto exactamente 20 minutos después del momento en que se paró. Cada noche los trabajadores tienen derecho a dos descansos. Uno de ellos es remunerado por Amazon. El otro corre a cargo del trabajador.

Además, la máquina de fichar no está colocada a la entrada del almacén, sino en el puesto de trabajo. De modo que el tiempo que se tarda en llegar desde los tornos de entrada y salida hasta el puesto efectivo corre también de cuenta del trabajador. Es un recorrido que se efectúa seis veces al día, ya que cada vez que quieren descansar tienen que pasar por los tornos. En distancias tan grandes como las del almacén, un recorrido mínimo de un par de minutos conlleva doce minutos al día de ahorro para la empresa.

Esta obsesión por reducir costes es llevada al límite en detalles tan peculiares como el uso de la calefacción. La primera huelga en el almacén Amazon francés, impulsada por la CGT, fue causada por la falta de calefacción en unas instalaciones que tenían una temperatura permanente de 15 grados. El circuito calefactor funcionaba a la perfección pero los directivos no lo ponían en marcha para no gastar.

Ese contexto lleva a una sociabilidad peculiar. Como le contaban los compañeros “amazonenses” al periodista francés, las parejas que se han conocido fuera de Amazon no sobreviven cuando uno de los dos comienza a trabajar en la empresa. Horarios incompatibles y un cansancio permanente provocan que la vida en común se empobrezca y que la social desaparezca. A cambio se pasa más tiempo alrededor de la compañía, que proporciona ocasionales actividades gratuitas para el ocio, y donde la gente puede socializar con personas de su mismo medio social y forjar nuevos lazos afectivos que suelen consolidarse gracias al chismorreo.

Como explica Malet, cuando tu vida está confinada por jornadas de trabajo que te dejan agotado, y que apenas te dejan tiempo para nada más, tu existencia se torna altamente insatisfactoria y surgen comportamientos regresivos de toda clase (también en lo alimenticio, con el consumo de muchos más productos industriales con exceso de azúcar). Por eso la dirección pone en marcha actividades que provoquen dosis de alegría artificiales que influyan en el humor y la emotividad. Son técnicas científicamente estudiadas por los psicólogos y a través de las cuales Amazon trata de desactivar ese descontento que sabe que existe.

Son prácticas que no se limitan a Francia. El periodista Spencer Soper denunció una situación similar en el almacén Amazon de Lehigh Valley, entre Pennsylvania y Nueva Jersey y un documental de la cadena alemana ARD descubrió “las condiciones de trabajo de los temporeros extranjeros, especialmente españoles, empleados por Amazon. Largas esperas bajo la nieve antes de ser transportados en autobuses llenos de gente, promiscuidad en las condiciones de alojamiento en los bungalós de una ciudad de vacaciones que permanece vacía durante la temporada baja, despidos brutales y sin motivo alguno de los temporeros, salarios más bajos que los prometidos durante la oferta de empleo, vigilancia a cargo de violentos agentes de seguridad de una empresa subcontratada, registros arbitrarios y con violencia de habitaciones, registros sistemáticos del personal…”.

Pero todas estas denuncias no han servido para que los poderes públicos hayan investigado qué ocurre dentro de los muros Amazon. Más al contrario, el trato institucional que reciben es mucho más que correcto. Las autoridades suelen alegrarse de la apertura de nuevas instalaciones Amazon en su territorio, en tanto contribuyen a generar puestos de trabajo y les conceden generosas subvenciones para que lo hagan. Pero con estas acciones, señala Mallet, no hacen más que regar con dinero público procesos económicos que destruyen muchos más empleos de los que crean. El desarrollo de Amazon implica el cierre de muchas librerías, cuyos trabajadores superan con mucho el número de contratados de la compañía estadounidense. Y además, con la concesión de estas subvenciones otorgadas a una multinacional en plena forma financiera, los políticos no hacen más que falsear la libre competencia, afirma Mallet.

Sin embargo, todo este cúmulo de ventajas, irregularidades y acciones que bordean lo legal tienen difícil denuncia. En gran parte, asegura Mallet, por la ley del silencio que reina en la compañía gracias a peculiares disposiciones reglamentarias. El periodista francés contactó con varios sindicalistas que trabajaban en la firma para que le contasen su realidad cotidiana. Después de varias tentativas, le contestaron citándole para diversas entrevistas en lugares peculiares, como el parking de un centro comercial. Nunca aparecieron. Después, Mallet descubrió que el anexo 7 del Reglamento interno amenazaba con serios perjuicios legales a los empleados que contasen información interna, vital o no, gracias a disposiciones como la siguiente, que reproduce en el libro: “Amazon es una sociedad cotizada en bolsa, en el US Stock Exchange, y tiene la obligación legal de prevenir cualquier delito de información privilegiada de proteger los bienes de la sociedad. La divulgación de informaciones puede afectar negativamente y de manera perjudicial las actividades y el valor de Amazon y puede conllevar responsabilidad criminal”.

Amazon quiere imprimir bajo demanda los libros que se hayan agotado

No hay nada peor que encontrar finalmente el libro que todo el mundo te estaba recomendando, buscarlo en Amazon y encontrarte con que se ha agotado, sin visos de que la editorial quiera lanzar una nueva edición. Si hay alguien a quien le moleste más esa sensación es a la propia Amazon, que ve como pierde el dinero de un posible cliente, y por eso ahora pretende evitarlo a toda costa, aunque tenga que imprimir ella misma el libro.

Bullying para que las editoriales accedan

Así lo informa la BBC, que comenta que Amazon está presionando a pequeños editores de Reino Unido para que acepten unos nuevos términos; la presión es tal que algunos de estos editores lo califican como “bullying”. En los nuevos términos de contrato se especifica que, en caso de que un libro se agote y el editor no provea mas stock, Amazon tiene el derecho de imprimir y vender copias a los usuarios que lo pidan.

Eso sí, estas copias no serían iguales que la edición original, ya que serían creadas con impresión bajo demanda (print-on-demand), una metodología mas rápida que permite imprimir un libro en cuanto se pide, pero que genera una copia de menor calidad. Una de las razones por la que los editores se niegan a firmar los nuevos términos es que temen que los usuarios asocien este producto de menor calidad a su marca en vez de a Amazon.

Amazon quiere preferencia absoluta

No es la única nueva condición. Además, según los nuevos términos las editoriales no podrán ofrecer promociones a través de otros distribuidores sin ofrecérselas también a Amazon, incluso si se trata de una promoción en la propia página web del editor; igualmente, las compañías tendrán que informar a Amazon en caso de que firmen acuerdos de venta de libros electrónicos con otros servicios, y estarán obligadas a ofrecerle el mismo acuerdo.

Ni que decir tiene que las editoriales no están nada contentas con estas demandas, y advierten a Amazon que puede estar estirando demasiado la confianza que usuarios y editoriales le han dado durante estos años al descubrir este tipo de prácticas. Por otra parte, puede que esta sea la clásica táctica de ofrecer un acuerdo malo para a continuación ofrecer otro “no tan malo” esperando que las editoriales accedan. Las grandes editoriales, por su parte, no han querido comentar nada del asunto, aunque en principio no le afectaría tanto la impresión bajo demanda tanto como a las editoriales pequeñas que no pueden permitirse reeditar todos sus libros.

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